¿Y aparte de cantar, no predicas?

Eso me preguntó alguien que con mucha alegría y admiración se profesó “fan de mi música” en un lugar público donde me encontraba. Mi respuesta: “Sí, yo predico con mi música. Me tomo muy en serio lo que escribo y canto porque a eso me llamó Dios, a escribir y dar mensajes cantados.”

Su mirada de “nunca había escuchado esa manera de verlo” fue algo lindo. En ese momento, me alegró ayudar a remover el velo de ignorancia que muchos han recibido como enseñanza.

La presión actual es: sé todo, haz todo, sé parte de todo, demuestra que tienes todo… para que tenga valor tu existencia.

Si eres cantante (ministro en la música) también debes predicar, de vez en cuando actuar como profeta, influencer en las redes, y si encuentras ciegos que te sigan, también pastor.

En estos tiempos se glorifica el estar ocupados con cosas que no fuimos llamados a hacer. Pero según se cree, es la forma de vida para poder ser vistos y tener un espacio en el mar de “influencers del señor.”

Si obviamos lo que explica 1 Corintios 12, dejamos de servir al cuerpo correctamente. Todos poseemos diferentes capacidades, pero como dije en mi libro “La realidad de un sueño”, aunque poseemos diferentes dones hay un don primario que predomina en nosotros; nos separa de los demás y contribuye al buen funcionamiento del cuerpo de Cristo, o en general, a la distribución y buen funcionamiento de la sociedad.

Siempre que viajo en avión, me maravillo pensando que hay tantas personas involucradas en el funcionamiento de un aeropuerto para que un solo avión despegue y concluya su viaje perfectamente. No importa que tan capacitado es el piloto, necesita un co-piloto, y ambos necesitan la ayuda de alguien que desde la torre de control ve lo que ellos no pueden ver y les direcciona. Aparte, un avión no se mueve sin una persona que está parada (en medio de sol, lluvia o nieve) en frente de la aeronave haciendo las señas que el piloto necesita para dirigirse a la pista. Pero si a los que no vuelan la aeronave les hacen creer que no valen mucho porque su labor es menos glamurosa o menos remunerada, y ellos dejan de saber que importan, entonces se afectaría el funcionamiento de todo.

El ataque a la identidad de esta generación es el desafío mayor. La presión social te empuja a no sentirte suficiente NUNCA. No importa lo bien que haces algo, necesitas hacer MÁS. No es posible que solo cantes y no prediques. No es posible que solo prediques y no seas profeta. No es posible que solo seas predicador evangelista, pero que no seas pastor. No es posible que solo seas un buen maestro y que no hagas milagros; si tuvieras el espíritu santo de verdad también Dios haría milagros a través de ti. MÁS…MÁS…Necesitas demostrar MÁS. Lo escribo y me agota por dentro solo pensar en donde estamos como sociedad, pero más que todo, como iglesia “cuerpo de Cristo.”

Ya nadie quiere imitar a una persona estable espiritualmente y que vive una vida noble sin mucho ruido y aspaviento. Por tal razón, hay tantos haciendo de todo con un alto nivel de mediocridad; llevados por la ola del momento ni se han detenido a descubrir en que son buenos en verdad y en qué posición son de mejor servicio o bendición a los demás.

Muchos se dedican a hacer cosas en nombre de Dios buscando llenar ese espacio vacío por la falta de identidad y de valor, en lugar de buscar glorificar a Dios por medio de sus dones y aportar su parte a la sociedad, sin tener que hacer la parte que debe de hacer otra persona.

Detengámonos a pensar qué le estamos modelando a la niñez de la próxima generación.

Si estás leyendo esto y te has estado sintiendo presionado(a) quiero que sepas que no tienes por qué dejarte convencer por la presión. Enfócate en lo que tú sabes que debes de hacer. No llenes tu calendario de tantas actividades que al final solo te llevarán a olvidar quien eres, a estresarte, a darte ansiedad o depresión. Tú eres suficiente, y si lo que sabes hacer bien es una sola cosa, dale con todo a eso que haces bien, y ahí vas a dar fruto y prosperarás.

Te abrazo.

Lilly Goodman

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